La perfección no existe. O eso dicen.
Sin embargo, la exigencia de ser personas 10 es una presión de la
que es difícil, por no decir imposible, escapar. Al menos en España.
Quiero reivindicar nuestro derecho a no
ser perfectos en todo. No pasa nada por ser un zote con los números
o no saber consultar un mapa y tener una orientación de pena. Fijo
que somos hachas en otras mil cosas. Tampoco es necesario ser el más
guapo o el más estiloso. Hay otras cualidades que podemos utilizar
para ser tan atractivos como el que más.
Una amiga sueca que había vivido
varios años en España me hizo una observación que en aquel momento
ya me hizo reflexionar, y que ha vuelto a mi cabeza muchas veces
después. Fue durante un inolvidable desayuno en su casa. La fría
luz de invierno invadía el salón y vimos cómo caía la primera
nevada de la temporada. Todo en aquel salón era armonía. Los niños
jugando, los adultos disfrutando del café y la buena conversación y
la Naturaleza rodeándonos cálidamente a pesar del frío. La
anfitriona me comentó que su estancia en España había sido muy
buena y que añoraba muchas cosas, pero que había varias que no
echaba de menos en absoluto. Una de ellas era la obsesión que había
detectado en los españoles por ser perfectos. Según me explicaba
teníamos que ser los mejores en todo: en matemáticas, en ciencia,
en literatura, en deportes... En Suecia intentan reducir el nivel de
estrés y presión social. La filosofía allí es “¿en qué eres
bueno? ¿qué te gusta?, concéntrate en eso y deja más de lado
aquello que no te interesa o que se te da mal, no lo abandones, pero
no te obsesiones”.
Después de estar viviendo en Suecia
tres años, la llegada a España ha supuesto un choque para mi en
algunos aspectos. Salir fuera abre la mente y cambia la forma de
pensar en muchas cosas porque tienes otros criterios con los que
comparar acciones.
Una de las situaciones que ha supuesto
un shock para mi es el sistema educativo español. He de confesar que
al llegar a Suecia me ocurrió lo mismo con el sueco. Allí los niños
gozan de un modelo basado en la libertad y el juego. En su momento me
pareció excesivamente libre. Y, aún hoy, sigo pensando que en el
caso del modelo sueco así es. Mi hija tuvo la suerte de acudir a una
escuela internacional donde existía la fórmula perfecta entre el
modelo de libertad y juego y el uso de los límites. Al llegar a
España hemos buscado un colegio que no fuera “duro”, y creo que
hemos acertado en la elección. Estamos contentos con él y nuestra
hija se ha adaptado muy bien. Ha empezado 1º de Primaria y va muy
contenta cada día. Pero aún siendo un colegio con premisas
similares a las suecas, la impronta española se deja ver. Cuando en
la primera reunión de curso nos explicaron que hacían exámenes a
los críos de 6 años no daba crédito a mis oídos. Asombrada les
pregunté si realmente creían necesario realizar estas pruebas a los
niños. Y me dijeron que sí, que era para evaluar realmente si
asimilaban la materia o no porque en el día a día los niños se
copiaban unos a otros. Pero que no me preocupara, que a los niños
les encantaba hacer estos test porque se sentían muy mayores. Cuando
llegó el momento del primer control -porque la denominación
examen la dejan para las pruebas de diciembre, marzo y junio-
mi sorpresa fue aún mayor. Resulta que puntúan incluso con décimas,
es decir, que mi hija sacó un 8,75 en Conocimiento del Medio. Drama
dramático. La pobre estaba hundida en la miseria y llorando a moco
tendido porque no había sacado un 10. No había manera de
convencerla que un 8,75 era una nota genial. Todo lo que no fuera un
10 era una mierda, un fracaso total y absoluto. La presión continúa
en cada “control” que hace. Nos esforzamos en consolarle y
tratamos se hacerle ver que lo importante está en lo interesante que
es aprender cosas nuevas y no en la nota, y que además un 8,75 es la
bomba. Pero no, no le convencemos. Hay gente que ha esto le puede
llamar “motivación para estudiar y búsqueda de afán de
superación”. Yo lo llamo “estresar de forma innecesaria”.
¿Cómo se puede medir los conocimientos de un niño de 6 años en
décimas?
Últimamente, mi hija me pregunta con frecuencia
si yo sacaba muchos 10 y si tuve algún cero. Yo siempre le digo lo
mismo. “Saqué algún 10 y muchos 5. Porque en muchas cosas soy
mediocre. Y no pasa nada.”
Hoy mi hija recibirá la nota del
control del viernes. Cuando vaya a recogerla esta tarde le llevaré
doble ración de chocolate. Es una recompensa de doble filo. Vale
para celebrar un 10 o para consolar por un 9.
Nunca se me hubiera ocurrido pensar que los españoles tenemos afán por ser perfectos... Más bien todo lo contrario. Pero ahora que lo dices, quizá sea cierto, pero creo que para compensar el sentimiento de inferioridad inherente a la españolidad. Si eres sueco no hace falta más, ¡ya eres sueco, eso es guay! Pero lo de ser español hay que compensarlo de alguna forma, ¿no?
ResponderEliminarLa verdad es que cuesta pensar en los españoles como amantes de la perfección, más bien diría yo de cierta rigidez, no al hacer las cosas (para eso somos los reyes de la improvisación) pero sí al plantearlas.
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