viernes, 22 de noviembre de 2013

Cegada de amor

Ya lo dice el refrán: "el perro y el niño, donde ven cariño". Los dichos populares son un gran reflejo de la sociedad. Esta frase es absolutamente cierta, pero aunque parece equiparar en igualdad de condiciones al niño y al perro, lo cierto es que no son lo mismo, ¿o sí?. Bueno, la respuesta dependerá de quién conteste a esta pregunta.

Esta mañana hacía frío en Madrid, el suficiente como para equipar a los niños pequeños con gorros para evitar que el frío pueda afectar a sus delicados oídos. Mi hija llevaba uno de esos feos a rabiar, pero práctico a más no poder, conocido como "verdugo". Nos hemos cruzado por la calle con dos señoras en edad de ser abuelas que iban en animada conversación. Una empujaba un carricoche en el que estaba sentada una niña de la edad de mi pequeña, que no llevaba gorrito. Al cruzarse con nosotras la mujer, con tono lastimero y preocupado, le ha dicho a su amiga: "mira qué bien va esa niña. A la mía es imposible ponerle un gorro. Se los quita todos". Casi pisándole las palabras, la otra señora, que paseaba un perro no muy grande, babeante y con cara de pocos amigos (yo creo que era un Bulldog Inglés), le ha soltado de forma profunda y sincera: "¡qué me vas a contar a mi!. Te entiendo perfectamente". Mientras hacía requiebros para no ser arrastrada por el animal y señalarle al mismo tiempo, ha rematado diciendo: "A éste no hay quién le ponga una mantita."

Obviamente si a esta mujer le hacemos la pregunta que proponía al principio, su respuesta sería que niño y perro misma cosa son. A las pruebas me remito.


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