lunes, 11 de noviembre de 2013

Viva la mediocridad

La perfección no existe. O eso dicen. Sin embargo, la exigencia de ser personas 10 es una presión de la que es difícil, por no decir imposible, escapar. Al menos en España.

Quiero reivindicar nuestro derecho a no ser perfectos en todo. No pasa nada por ser un zote con los números o no saber consultar un mapa y tener una orientación de pena. Fijo que somos hachas en otras mil cosas. Tampoco es necesario ser el más guapo o el más estiloso. Hay otras cualidades que podemos utilizar para ser tan atractivos como el que más.

Una amiga sueca que había vivido varios años en España me hizo una observación que en aquel momento ya me hizo reflexionar, y que ha vuelto a mi cabeza muchas veces después. Fue durante un inolvidable desayuno en su casa. La fría luz de invierno invadía el salón y vimos cómo caía la primera nevada de la temporada. Todo en aquel salón era armonía. Los niños jugando, los adultos disfrutando del café y la buena conversación y la Naturaleza rodeándonos cálidamente a pesar del frío. La anfitriona me comentó que su estancia en España había sido muy buena y que añoraba muchas cosas, pero que había varias que no echaba de menos en absoluto. Una de ellas era la obsesión que había detectado en los españoles por ser perfectos. Según me explicaba teníamos que ser los mejores en todo: en matemáticas, en ciencia, en literatura, en deportes... En Suecia intentan reducir el nivel de estrés y presión social. La filosofía allí es “¿en qué eres bueno? ¿qué te gusta?, concéntrate en eso y deja más de lado aquello que no te interesa o que se te da mal, no lo abandones, pero no te obsesiones”.

Después de estar viviendo en Suecia tres años, la llegada a España ha supuesto un choque para mi en algunos aspectos. Salir fuera abre la mente y cambia la forma de pensar en muchas cosas porque tienes otros criterios con los que comparar acciones.

Una de las situaciones que ha supuesto un shock para mi es el sistema educativo español. He de confesar que al llegar a Suecia me ocurrió lo mismo con el sueco. Allí los niños gozan de un modelo basado en la libertad y el juego. En su momento me pareció excesivamente libre. Y, aún hoy, sigo pensando que en el caso del modelo sueco así es. Mi hija tuvo la suerte de acudir a una escuela internacional donde existía la fórmula perfecta entre el modelo de libertad y juego y el uso de los límites. Al llegar a España hemos buscado un colegio que no fuera “duro”, y creo que hemos acertado en la elección. Estamos contentos con él y nuestra hija se ha adaptado muy bien. Ha empezado 1º de Primaria y va muy contenta cada día. Pero aún siendo un colegio con premisas similares a las suecas, la impronta española se deja ver. Cuando en la primera reunión de curso nos explicaron que hacían exámenes a los críos de 6 años no daba crédito a mis oídos. Asombrada les pregunté si realmente creían necesario realizar estas pruebas a los niños. Y me dijeron que sí, que era para evaluar realmente si asimilaban la materia o no porque en el día a día los niños se copiaban unos a otros. Pero que no me preocupara, que a los niños les encantaba hacer estos test porque se sentían muy mayores. Cuando llegó el momento del primer control -porque la denominación examen la dejan para las pruebas de diciembre, marzo y junio- mi sorpresa fue aún mayor. Resulta que puntúan incluso con décimas, es decir, que mi hija sacó un 8,75 en Conocimiento del Medio. Drama dramático. La pobre estaba hundida en la miseria y llorando a moco tendido porque no había sacado un 10. No había manera de convencerla que un 8,75 era una nota genial. Todo lo que no fuera un 10 era una mierda, un fracaso total y absoluto. La presión continúa en cada “control” que hace. Nos esforzamos en consolarle y tratamos se hacerle ver que lo importante está en lo interesante que es aprender cosas nuevas y no en la nota, y que además un 8,75 es la bomba. Pero no, no le convencemos. Hay gente que ha esto le puede llamar “motivación para estudiar y búsqueda de afán de superación”. Yo lo llamo “estresar de forma innecesaria”. ¿Cómo se puede medir los conocimientos de un niño de 6 años en décimas?

Últimamente, mi hija me pregunta con frecuencia si yo sacaba muchos 10 y si tuve algún cero. Yo siempre le digo lo mismo. “Saqué algún 10 y muchos 5. Porque en muchas cosas soy mediocre. Y no pasa nada.”

Hoy mi hija recibirá la nota del control del viernes. Cuando vaya a recogerla esta tarde le llevaré doble ración de chocolate. Es una recompensa de doble filo. Vale para celebrar un 10 o para consolar por un 9.  

2 comentarios:

  1. Nunca se me hubiera ocurrido pensar que los españoles tenemos afán por ser perfectos... Más bien todo lo contrario. Pero ahora que lo dices, quizá sea cierto, pero creo que para compensar el sentimiento de inferioridad inherente a la españolidad. Si eres sueco no hace falta más, ¡ya eres sueco, eso es guay! Pero lo de ser español hay que compensarlo de alguna forma, ¿no?

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  2. La verdad es que cuesta pensar en los españoles como amantes de la perfección, más bien diría yo de cierta rigidez, no al hacer las cosas (para eso somos los reyes de la improvisación) pero sí al plantearlas.

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