Hoy es el Día Mundial
Contra la Violencia de Género. Cuando esta mañana he abierto mi perfil
de Facebook y he visto que un amigo había puesto una imagen para solidarizarse
con las mujeres maltratadas, una vez más ha acudido a mi mente el caso de una
de las últimas víctimas en España.
A mediados de noviembre
una mujer fue asesinada por su última pareja en Torremolinos. Al oír la noticia
en la radio un sentimiento de tristeza e indignación recorrió mi cuerpo, como,
por desgracia, otras muchas veces. Levantarse con este tipo de casos es
dolorosamente habitual, pero no por eso menos lamentable. Sin embargo, esta vez
mi estupor fue mayor. La víctima ya había presentado con anterioridad denuncias
de malos tratos contra dos parejas diferentes. Es decir, que al menos había
sido maltratada por tres hombres distintos.
Inmediatamente pensé que
la pobre mujer había tenido muy mala suerte al encontrarse con estos animales.
Imaginé lo triste y desesperante que debió ser su vida. Una profunda pena me
invadió y sin poder evitarlo lo comparé con mi vida y mi pareja. Suspiré y al
tiempo que me sentía muy afortuna di gracias por haber tenido la buena suerte de
cruzarme con mi marido, por tener un padre y un hermano maravillosos y por no
haber encontrado nunca en mi camino un maltratador.
Sé que hay gente que no
compartirá conmigo que el tema del matrato está ligado a la suerte. Los
especialistas en el tema hablan de perfiles emocionales, tanto de la víctima como
del agresor. Y claro está que la psicología es clave. Pero la suerte también.
Yo soy como soy, y mi vida es la que es. Pero ¿cómo sería si yo hubiese nacido
en un hogar donde mi padre maltratara a mi madre?. ¿Qué habría pasado si mi
primer novio hubiese sido un maltratador?. No puedo responder. Nadie lo puede
hacer. Pero esas situaciones no habrían sido elegidas por mi, simplemente me habría tocado vivirlas.
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