martes, 19 de noviembre de 2013

¿Reciclar es cosa de mujeres?

Soy verde, soy ecológica, soy defensora del Medioambiente. Pero no me gusta reciclar. Seamos honestos ¿quién se divierte separando basura orgánica de inorgánica, vidrio de cristal, papel de plástico...? Yo reconozco que lo aborrezco. Me aburre, me da pereza y además, me pone nerviosa porque nunca estoy segura de estar haciéndolo bien. Siempre tengo la sospecha de que he echado algo en la basura de plástico que debería haber ido a la normal, y muchas veces no sé si un envase es vidrio o cristal.

Pues a pesar de todo eso, reciclo. Ya digo que no sé si bien o mal, pero lo hago. Soy una buena ciudadana que quiere dejar lo mejor posible el planeta a sus hijas. Con estas premisas golpeándome en la cabeza me animo cada día a seguir con la tarea.

Al principio de casarmos era complicado reciclar. Vivíamos en un mini apartamento en el que había que decidir: o poner de elemento decorativo los cuatro tipos de cubos de basura necesarios para seguir las normas del reciclaje español o engrosar la lista de enemigos del medioambiente. Durante los primeros años de vida en pareja el sentido de la estética ganó la partida al deber medioambiental.

Cuando nuestra fortuna mejoró y nos mudamos a un piso más grande, el orgullo cívico acudió a nuestra casa. No dudamos en reciclar. No recuerdo que habláramos explícitamente del tema, pero aún conservo la sensación de que ambos estábamos de acuerdo. Por eso siempre me causa estupor que mi conyugue olvide sacar y/o preparar el reciclaje. Esta parte del proceso es la que más odio. El plástico lo recoge la comunidad como parte de la basura tres veces en semana. El papel y el vidrio va por nuestra cuenta. 

En nuestra casa, la bolsa amarilla puede ir creciendo hasta límites insospechados sin que nadie, excepto yo, parezca reparar en el volumen que está alcanzando. Idem para vidrio y papel. A veces hago la prueba de esperar pacientemente para ver si “alguien” toma la iniciativa de cambiar la bolsa amarilla y bajar papel y vidrio. Siendo muy generosa puedo asegurar que esta situación se ha producido en contadísimas ocasiones.

Yo estaba convencida de que era algo que sólo ocurría en mi casa. Pero mira por dónde que el otro día la madre de una compañera de colegio de mi hija contó exactamente lo mismo. Desde ese día he empezado a pensar que este pasotismo ante el crecimiento de basura de reciclaje es un rasgo diferenciador más entre hombres y mujeres. Claro que también puede ser casualidad que nos hayamos encontrado dos mujeres con la misma problemática doméstica. En cualquier caso, aquí queda mi reflexión.


No hay comentarios:

Publicar un comentario