Siempre he pensado que la afirmación
“cualquier tiempo pasado fue mejor” es una chorrada. Y además es
falsa. Mucha gente la suelta con un tono que me suena más a erudito
y condescendiente que a nostálgico. Incluso a veces la he oído con
una entonación casi amenazante. Cuando la escucho a mi mente acude, rauda y veloz, la imagen de las luchas entre, por ejemplo, los pueblos
godos. O la España de la posguerra o cualquiera de los siglos de la
Edad Media. Desde luego a mi no me habría gustado vivir en
ninguno de esos periodos. Llamadme antigua o... moderna, no sé
cuál es el término más correcto en este caso. El caso es que
prefiero vivir en la época que me ha tocado. Ahora sí. Ahora sí sé
que conformista es el término ideal para definirme en este aspecto.
El momento que vivimos es el ahora.
Ayer ya forma parte del pasado.
Hoy me he vestido con una camisa
hipermoderna y unos vaqueros actuales a rabiar. Me he puesto un
colgante y un reloj última moda. Lista para salir. Con el móvil me
he hecho una foto para que quede para la posteridad, que voy muy mona.
Estoy segura que dentro de unos años,
cuando por casualidad aparezca la instantánea en alguna copia de
seguridad olvidada -las copias impresas ya serán objetos de museo-
mis hijas exclamarán: “mamá, que hortera eras”. Ofendida, pero pensando en mi fuero interno que tienen razón, les
contestaré: “pues era lo que se llevaba y yo siempre he sido una
tía de mi tiempo”.
El otro día mi marido y yo nos reímos
a carcajada con un programa de televisión. Llegamos a él por
casualidad, haciendo zapping. Nos atrapó y no pudimos despegarnos
del sofá hasta que terminó. Doblar la colada fue mucho más
divertido esa noche. Lo hicimos sin darnos cuenta. Se titulaba “Música de gasolinera”. Con eso lo
digo todo. El Fary, Azúcar Morena, Los Chichos, Camela... ahí
estaban los reyes de los casete, como decía la presentadora. Iconos musicales de los 70, 80 y 90.
No encuentro palabras para definir sus look. Pero nuestro foco de
interés y sorpresa no fueron exactamente los cantantes, que incluso
en los años de éxito ya eran señalados como casposillos. Lo
terrible era fijarse en el público de los espectáculos en los que
actuaban. El archivo de RTVE ejerció de Pepito Grillo al mostrar las
imágenes de las actuaciones. En nuestra conciencia se encendió el
pilotito verde que decía “tú también llevaste esas mismas
pintas, no reniegues de tu pasado”. Yo, entre lágrimas de risa, le
recordaba a mi marido: “¡ahí va!, tú tenías una camisa con ese mismo estampado”, y él me devolvía el disparo rememorando que
durante una temporada yo llevé el pelo con tupé como la chica de la
primera grada.
Gracias por el artículo Nuria. Creo que la nostalgia es inherente a la clase humana. Supongo que poco a poco vamos siendo presa de las dificultades de mayor grado que nos va imponiendo la vida con el paso de los años. Además, por el camino vamos perdiendo a los seres queridos. Y para rematarlo, lo que nos va quedando por delante se va acortando más y más. Y con ello, las posibilidades de enmendar nuestras equivocaciones. Supongo que eso justifica la tendencia de muchas personas a añorar su pasado. Personalmente, si me pidiesen que escogiese el momento más feliz de mi vida, uno y solo uno, sin duda contestaría: cualquier noche de Reyes de mi más tierna infancia.
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