lunes, 3 de marzo de 2014

El diablo sobre ruedas

¡Carnaval, carnaval! ¡Carnaval, te quiero!. Tu, tu, tu, tu, tu, tu, tu, tu, tu... ¡en el mundo entero!.

Me encanta el carnaval porque me vuelve loca disfrazarme. Y mira tú por donde que fui a casarme con un tinerfeño. La lástima es que en Madrid no se viven mucho los carnavales. Son mejor en cualquier pueblecillo perdido que en la capital. Pero, en fin, siempre nos terminamos buscando la vida y muchos años hemos disfrutado de una fiestecilla por aquí o por allí.

Este año mi excusa fue la fiesta del cole de mi hija. Mi marido no pudo venir porque estaba en una larguísima a la par que interesantísima reunión de trabajo al más puro estilo español, es decir: vamos a hablar todos a la vez y alto para que se me oiga por encima de los demás.

Allá que me fui a ver a mi retoño de 7 años actuar transformada en una teenager americana de los '60 bailando y cantando "Rock around the clock" de Bill Haley. Yo, haciendo gala de madre de la artista y enamorada de los carnavales, me puse un vestido negro que recuerda ligeramente a uno de charlestón, unos zapatos negros, un collar de perlas largo y... un tocado con pluma en la cabeza que le robé a la niña de su caja de disfraces. Ideal, quedé, ideal. Eso sí, era de las pocas madres enrolladas que perdieron el sentido del ridículo. Pero me sentí muy acompañada por los profesores. Verles embutidos, -literalmente, digo- en trajes galácticos de Abba (el grupo sueco, sí), no tuvo precio. Algunos estaban más próximos al look escandinavo, pero otros... ¡mamma mia, una y otra vez, no sé...! ... describirlos... El director, en concreto, era más un primo lejano de Obelix o de Bigote Arrocet que un doble del cantante rubio del famoso cuarteto. Tampoco creo que pueda olvidar al profe de gimnasia. En realidad era el único al que el trajecito en cuestión le sentaba bien, que tanta flexión se tiene que notar. Pero como en vez de ponerse una peluca de corte sueco, se plantó un gorro de tejano y unas botas de tacón cubano y punta, pues el resultado, especialmente cuando bailaba, era que parecía un boys escapado de una despedida de solteras. Pasamos un buen rato, y creo que inolvidable también.

Ayer, mi marido y yo tuvimos una experiencia que prefiero achacar a los carnavales antes que a la realidad... Íbamos por la noche en el coche y al mirar al coche de al lado vimos al mismísimo Satán. Era un señor que parecía el Demonio. ¡Qué mal rollo! Porque además, como decoración del espejo llevaba colgada una bruja. Pobre hombre, también es mala suerte que se pareciese al Ángel Caído. Pero poner ese adorno y actuar poniendo muecas y caras de risa satánica, teniendo en cuenta que iba solo en el coche, ya no es una cuestión de suerte... eso es premeditado. ¡Menudo mal rato pasamos! En cuanto que el disco se abrió, mi marido aceleró y dejamos atrás el diablo sobre ruedas, no siendo que no fuera un señor disfrazado y fuera el mismisimo "demoñio".

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