El otro día entré en Zara Home. Me cautivó. Me lo habría llevado todo. Los colores, los diseños... era todo tan bonito, tan cálido. Mi hogar es mi refugio, y me encanta que esté bonito, actual, cómodo y acogedor. Por eso la decoración de la casa me gusta. Y tengo tentaciones por todas partes, porque está de moda.
Es casi imposible no comprar cada día alguna chorradilla para la casa. Y se corre el riesgo, como en mi caso, de empezar a llenarla de demasiadas cosas.
Por eso me ha entrado un ataque de limpieza y he decidido deshacerme de todo aquello que sea inservible. Ahora bien, ¿es que hay algo inservible? Categoricamente, NO. A todo le encuentro utilidad. Y a aquello que no se la encuentro me entran remordimientos porque son recuerdos. Es como si cobraran vida y me miraran con ojitos tiernos rogándome que les siga acogiendo. ¿Conclusión? Me da miedo que mi casa empiece a parecer la un enfermo con el "Síndrome de Diógenes".
Se me ocurre que ahora que estamos en tiempos de crisis y parece ser que toca reinventarse en el terreno laboral propongo un negocio a algún valiente emprendedor: una empresa de vaciado de basurillas en el hogar. Los empleados responsables de esta tarea deben carecer de sentimientos y actuar firmemente, sin atender a los sollozos y súplicas de los clientes. Sin piedad, sin corazón, sin miedo al futuro. Así debería ser el perfil de los trabajadores de tan necesario servicio.
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