martes, 22 de octubre de 2013

Yo también quiero poner el off

Pero no puedo. ¿Qué a qué me refiero? A que me gustaría ser capaz de desconectar de vez en cuando de mi faceta de “mamá”. No quiero malas interpretaciones. Me encanta ser madre. Disfruto de mis dos hijas muchísimo, y no lo cambiaría por nada en el mundo. Sin embargo, confieso que unas cuantas veces al día pagaría dinero por poder dar a un botocinto y “desconectarme” un rato. Yo sé que es posible. Mi marido lo hace. Y por lo que dicen, cuentan y comentan las mamás, sus parejas también lo hacen. Entonces, ¿por qué yo no puedo? ¿por qué ellas no pueden? Ahhhh, misterios de la sabia Naturaleza, que a estas alturas yo no sé si es sabia o es puñetera como ella sola, la verdad.

Anoche mismo, sin ir más lejos. Una de la madrugada. Mi hija pequeña llora como una descosida. La oigo perfectamente. Me levanto, la pongo el chupe… y pa’ la cama dándome trastazos con las paredes. Dos de la madrugada. Oigo otro llanto inconsolable. Me vuelvo a levantar, le vuelvo a poner el chupe y vuelvo pa’ la cama dándome nuevamente trastazos contra la pared. Me tiro en plancha sobre el colchón y a la que caigo le mascullo a mi cónyuge –que todo el mundo ha adivinado ya que no se había enterado de nada, pero literal, sin teatro ni nada, que yo lo sé, que me consta, que le veo- “la próxima te levantas tú”. Y mientras le digo la frase, esta vez sin acritud –sí, en otras ocasiones sí lo he verbalizado con muy mala leche, pero anoche, no, palabra-  pienso: “si la nena vuelve a llorar, fijo que me toca darle un codazo en las costillas para que se entere”. Y encima, me siento mal.

Conste que no tengo quejas del padre de mis hijas. Públicamente digo que es el mejor padre y pareja del mundo, pero es hombre. Queridas feministas, no con esto quiero defenderlo, ni renegar de nuestra lucha por la igualdad. Sin embargo, a la vista de las pruebas y considerando que es un hombre más que implicado en el cuidado y educación de las niñas, y en el devenir de la vida familiar, sólo encuentro esa explicación. Definitivamente debe ser cosa de la biología. Los hombres pueden desconectar y las mujeres no. Por si el detalle de la desconexión nocturna no es suficiente, sólo hay que pensar en otro gesto. Me refiero a esos momentos en los que llegas a casa y encuentras al padre de las criaturas absorto en el ordenador y a la prole danzando a sus anchas por la casa. En esos instantes además de darme ganas de estrangularle pienso: “joooo, yo también quiero”… pero no puedo.

1 comentario:

  1. Cuando me ponga yo a rajar ... ya verás lo que cuento.

    Sí, y eso también lo voy a contar.

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