Sin embargo, algo en las últimas horas hace que hoy cambie mi respuesta. Aunque, eso sí, es una contestación con fecha de caducidad, en concreto 5 de enero por la noche. Sin dudarlo un segundo, estos días la profesión que más estrés tiene es la de dependiente de tienda o departamento de juguetes.
¿Os quedan Furbys rosas?; ¿han llegado más Pocoyós bailones?; ¿La herencia de la tía Ágatha con la nueva aplicación para Android?; ¿El monstruoso laboratorio para crear tu propio monstruo de las Monster High del escaparate está a la venta?; mi nieto quiere uno de esos muñecos que son una bola y que luego se despliegan y salen volando, ¿lo tenéis?... Pues así, todo dicho a la vez, en distintos tonos de exigencia y angustia, y, además, mientras cobran y envuelven todos los juguetes que pueden entrar en un carro de la compra, pasan las horas laborales los dependientes encargados de llevar la felicidad a los niños... y sobre todo a los padres. Porque... ¡menuda felicidad nos entra a los padres cuando por fin encontramos el p........ Furby!, aunque sea azul y rosa.
Son mis héroes estos días. Se ganan el pan con el sudor de la frente, pero literal. Y además, aguantar a los Papás Noeles y Reyes Magos de verdad no hay sueldo que lo pague. En las imágenes de cuentos y tarjetas todos son la viva estampa de la paciencia y el buen humor, pero en la vida real estos compradores y repartidores humanos de regalos sacan lo peor de ellos mismos para lograr tener entre sus manos la última Nancy o el último Spiderman.
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