viernes, 3 de enero de 2014

Ya vienen los Reyes...

... por el arenal.

Pues por el arenal, como dice el villancico que tengo metido en mi cabeza estos dos últimos días, no sé si vienen o no. Pero que vienen ya mismo sí lo sé, sí. Además de las inequívocas señales de concentraciones humanas en centros y zonas comerciales, el estrés que genera su llegada se respira en el ambiente. Los establecimientos son una bomba de relojería que en cualquier momento puede estallar como dos clientes se fijen a la vez en un mismo objeto y quiera el destino que sea la última pieza; se observan verdaderas ansias por llegar a las tiendas; los peatones aprietan el paso cargados de bolsas y paquetes que transportan haciendo un verdadero ejercicio de equilibrio y malabarismo...

Yo soy una más. Me gustaría no serlo. Cada año me hago el propósito de realizar las compras navideñas en el mes de Noviembre y evitar los últimos días. Ni un solo año lo he conseguido. Es más, la mayoría hasta soy de las que cierra las tiendas porque algo se me olvidó o no había encontrado antes tiempo para ir a comprar lo que quiera que fuese.

Otro detalle que hace que tenga muy presente en mi cabeza la llegada de los Reyes es que sé que voy a asistir a su aterrizaje en Madrid. La cabalgata es cita obligada en mi casa. A mi marido y a mi nos gustan los desafíos, por eso nos exponemos a este sarao aún sabiendo que no nos libraremos de complejas preguntas de nuestra hija mayor sobre mil detalles de la parada navideña.

Como Sus Majestades son omnipresentes y pueden participar en varios desfiles a la vez elegimos uno tranquilito y cortito en el que podamos ver bien sus lujosos vestuarios y apreciar la calidad del betún y del maquillador de Baltasar. Además, así tenemos más posibilidades de estar en primera fila y que nadie nos reste visibilidad para que podamos distinguir las calvas de los camellos o dromedarios, que siempre los confundo.

Sin embargo, lo que realmente me hace sentir que estoy que de verdad en la antesala de la llegada de los Reyes Magos a mi hogar es lo que podríamos denominar "el fenómeno del caramelo". La secuencia de la escena se repite año tras año y en tooooooodas las cabalgatas del mundo. Es la siguiente: comienza el desfile, los participantes van tirando generosamente caramelos y los asistentes los recogen. ¡Qué bonito, qué idílico... qué peligroso! Este gesto, que en principio es una acción de agasajo hacia los niños es en realidad una especie de batalla campal.

Los encargados de repartir los dulces suelen ser poco delicados y tiran los caramelos como si jugaran una partida en la que van acumulando puntuación según saquen un ojo o hagan un chichón en la cabeza a los espectadores. Cuentan además con una buena munición, porque las golosinas que lanzan son de las peores y más duras que se pueden encontrar en el mercado. Sin embargo, este detalle no parece importarle a nadie, ni a niños, ni a mayores. Todos matan por conseguirlos. Empujones, pisotones, manotazos... todo vale.

 Últimamente una herramienta mortífera está completando el kit de herramientas de los más avezados. A las inofensivas bolsas de plástico se han unido los paraguas. Abiertos y puestos al revés, a modo de recipiente, son auténticas armas de caza. Los usuarios las mueven diestramente haciéndolos volar y salir al encuentro de los proyectiles-caramelos, sin tener en cuenta eso sí, si en el camino las varillas se encuentran con algún inoportuno ojo del vecino.

Llevaba años preguntándome si la gente se comía luego el disputado botín con tanto gusto como les había proporcionado su caza. Me producía incredulidad que saborearan tan poco refinadas golosinas. Este año por fin conocí la respuesta al misterio.

Efectivamente estaba en lo cierto al pensar que ni de coña se comían aquellos caramelos duros como piedras y de sabores poco atractivos. Lo que hacen con ellos es reciclarlos para largáselos a los pobres niños que participan en el "Truco o Trato de Halloween". Esto no es una leyenda urbana, lo sé porque a mi hija le tocaron unos cuantos "cortesía del Ayuntamiento para la Cabalgata de Reyes 2012".

A modo de consejo yo diría que no merece la pena jugarse la vida en la Cabalgata por un puñado de caramelos malos. Es mejor añadir una línea más en la carta y pedir una bolsita de jugosas gominolas surtidas. Seguro que SS.MM. los Reyes Magos de Oriente están encantados de incluirla en el pedido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario