viernes, 24 de enero de 2014

¿Casualidades de la vida o castigo divino?

Cuando somos pequeños, casi todos, tenemos grandes amigos y grandes enemigos. Bueno, y ahora que lo pienso, cuando somos mayores, también. Pero en mi post de hoy voy a centrarme sólo en las pasiones infantiles.

En el cole yo tenía una archienemiga (como diría ahora uno de mis sobrinos). Su nombre vamos a dejarlo en Maripetarda. Supongo que yo para ella sería algo así como Maritonta.

Siempre he tenido genio y mucha personalidad. Nunca he sido líder, ni lo he pretendido, pero tampoco soporto a los cabecillas avasalladores. Con aquella niña me llevaba fatal porque cumplía estas características. Además, estaba respaldada por una madre a la que se parecía mucho. Evidentemente, mi madre y mi hermana (con la que me llevo varios años y es una especie de segunda madre) me entendían perfectamente y estaban de acuerdo conmigo. Por lo tanto, aquello venía a ser una especie de lucha de gatas, es decir, que éramos Las Maritontas VS Las Maripetardosas.

En los años escolares lloré varias veces a causa de mi archienemiga, pero cuando cambié el cole y fui creciendo y madurando, su recuerdo cayó en el más absoluto de los olvidos.

Muchos años después, cuando yo ya trabajaba y hacía años que había terminado la Universidad, quedé un día a comer con mi hermana. Decidimos entrar en un local de comida rápida y mientras hacíamos cola para esperar a pedir un bocadillo de tortilla española con jamón, sin saber por qué, empezamos a recordar a Maripetarda y sus petardadas. Entre risas hicimos comentarios un "pelín" malévolos sobre aquella niña y su madre, y además, dando nombres. ¿Qué sería de su vida?, nos preguntamos. En ese momento, la señora de delante se dio la vuelta, justo, justo a la vez que una chica de mi edad avanzaba hacia ella con la bandeja del almuerzo recién recogida del mostrador de pedidos.  La cara de la madre era un poema, la de la hija no, porque no había oído nada.

A estas alturas del relato ya imagina todo el mundo lo que ocurrió. Eran las Maripetardosas, sí. Como se dice popularmente "nos mudó la coló". Mi hermana y yo bajamos la vista, nos apresuramos a adelantar un paso para seguir en la cola de pedido e hicimos verdaderos esfuerzos por contener la risa nerviosa que nos entró, a la vez que sentíamos arder nuestra cara e intuíamos que nos estábamos poniendo rojas como tomates. Afortunadamente, la madre Maripetardosa no se atrevió a decir nada, y con mucha dignidad se alejó de allí con su hija. No sé si nos habría reconocido físicamente si no hubiésemos hecho el comentario. Mi ex-compañera de clase no pareció conocernos, o quizás es que no reparó en nosotras ya que estaba concentrada en coger y pagar las bebidas y los bocatas.

Todavía hoy me pregunto si fueron casualidades de la vida o un castigo divino digno de nuestras afiladas lenguas.

Anoche recordé esta anécdota porque mi hija me contó un par de historias de su archienemiga de clase que me recordaron mucho a las que yo había vivido.

¿Volverá a funcionar la casualidad? ¿Leerá Maripetardosa o su madre este post?

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