jueves, 16 de enero de 2014

Mi primer Nenuco... pero de verdad

Sorpresa. Incredulidad. Ternura. Lástima. Miedo. Creo que esa fue la cadena de sentimientos que despertó en mi el otro día una pareja en la sala de espera de citaciones de un hospital infantil. No sabría decir si fue exactamente así porque fue tan intenso e impactacte que me quedé en estado de shock unos instantes.

Yo estaba allí, con mi revoltosilla hija de casi dos años, esperando que nos tocara el turno para pedir cita para una revisión rutinaria a la que tenemos que asistir cada mes. Noté que a nuestro lado se sentaba una pareja con un bebé. No presté mucha atención, sólo vi por el rabillo del ojo, mientras controlaba a mi terremoto, un pantalón vaquero de chico y otro de chica a los que hice hueco para que pudieran pasar con carricoche incluido. Todo normal dentro de una sala de espera así.

Cuando mi niña se tranquilizó un poco desvié la mirada distraída y aburrida. Entonces me di cuenta. Ahí fue el momento en el que desconcertada parpadeé dos veces para asegurarme que mi vista no me estaba jugando una mala pasada. La familia que se había sentado a mi lado era una familia de niños. Todos. Los tres. Los padres de aquella lindísima bebé no creo que hubieran cumplido aún los 15 años. Calculo que ella tendría unos trece y él, unos catorce. La chiquitina no tenía más de cuatro mesecitos.

Es una realidad que sabes que existe. Que además estos días, con la polémica reforma del aborto, está en boca de todos. Escuchas datos y estadísticas, y lees que unas 700 niñas menores de 16 años son madres cada año en España. Pero cuando tienes a una pareja real sentada a tu lado, el corazón te da un vuelco.

Mi impresión fue ver a una niña y a un niño jugando con una muñeca. Pero esa muñeca era de carne y hueso... No sé que me conmovió más, si la juventud de los padres o el grado de madurez impuesta que habían alcanzado. Estaban solos, sin ningún mayor de edad cerca. Era como si alguien hubiese sacado de una peli de ciencia ficción una pistola de reducción de edad y la hubiese empleado en una pareja de cuarentones. Adultos metidos en cuerpos de niños. Así eran.

Como decía, sentí mucha ternura. Pero también mucha lástima. Soy madre y sé lo duro y, a veces, estresante que es criar un niño. Incluso con todas las facilidades que yo tengo. Estoy segura que para ellos esta tarea va a ser aún más complicada porque ellos mismos están terminando de crecer. Están empezando la "edad del pavo" y ya son padres...

Y miedo... igualmente me dio miedo su futuro. ¿De qué van a trabajar? ¿Cómo, cuándo...? Si a los mayores nos cuesta lo indecible eso de conciliar la vida familiar y laboral, en su caso, ¿qué empleos van a conseguir si ya parten de un handicap así? Seguramente sus familias les ayudarán muchísimo, pero la responsabilidad que tienen a sus espaldas les va a condicionar toda su vida.

Cuando era pequeña vi una película de Summers que me impactó mucho. "Adiós, cigüeña, adiós". Es la historia de dos adolescentes que van a ser padres. Lo ocultan a sus familias y los amigos les ayudan encubriéndoles. Como no conozco la aventura de mis vecinos de sala no puedo saber si su realidad supera la ficción inventada por el director andaluz, pero no pude evitar acordarme de la cinta y pensar que los protagonistas habían tomado vida.

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