miércoles, 8 de enero de 2014

O bicis o coches

Empiezo el año cañera. Sé que este post va a generar polémica y que me va a caer más de un palo. Pero me da igual. Voy a hacer uso de mi libertad de expresión y espero que también haya alguna que otra palmadita en la espalda.

Durante tres años he vivido en Suecia, uno de los países en los que más se utiliza la bicicleta como medio de transporte. Yo diría que los niños aprenden casi antes a montar en bici que a andar. Es como su extensión natural. Allí la bicicleta es como una vaca sagrada, intocable.

La ciudad en la que yo vivía, Gotemburgo, es pequeña y estaba dotada de un extenso carril bici.  La gente convive con las bicicletas de forma natural y cotidiana.

Ésto expuesto así, de manera objetiva (que lo es, lo juro), es idílico y seguro que todos a estas alturas del post envidian esta estampa "tan civilizada y ecológica". Seguramente están pensando que no entienden muy bien el inicio de mi post y que ahora voy a hacer una encendida defensa por el uso de la bicicleta en Madrid. Pues no, todo lo contrario.

Durante tres años he sentido miedo al andar por las calles de Gotemburgo porque más de una vez un ciclista despistado o demasiado pagado de sí mismo y su  dominio de la bici ha estado a punto de llevarme por delante, a mi o mi hija. Otras veces la situación ha sido que yo he sido la despistada y no me he dado cuenta que venía una bici a mi derecha, a mi izquierda o por la espalda.

Pero cuando cogía el coche era aún peor. Los ciclistas siempre gozaban de preferencia y casi nunca obraban con prudencia. Yo distinguiría dos modelos. En uno se puede incluir a la mayoría, los que tenían gran pericia y pedaleaban a gran velocidad, haciendo gala de aquello de "hacerse el sueco" para imponerse a la hora de convivir con los coches. El otro grupo era el del pelotón de los torpes. Verles pedalear a 1km/hora por las empinadas cuestas de la ciudad moviendo de un lado a otro las cachetas del culo y sudando la gota gorda aunque estuviéramos a 3ºC no tenía precio. En el primer caso yo solía rezar a todos los seres divinos y mitológicos que se me ocurrieran para saber reaccionar a tiempo y no llevarme a ninguno por delante. En el segundo supuesto juraba hasta en arameo porque me obligaban a ir a mi también a 1km/hora y hacer verdaderos malabares para que el coche no se me calara y para no fastidiar el motor.

Todo este precioso cuadro terminaba de estar aderezado con la oscuridad propia de la ciudad en los meses de invierno. La mayoría de los ciclistas solían llevar ropa o dispositivos reflectantes pero... no todos. Más de una vez apareció como por arte de magia uno vestido de negro y a toda velocidad cruzando la calle por la que iba o girando a gran velocidad en mi misma esquina. Aún no sé que poderosa fuerza acudió a mi para alertarme de su presencia y no dejarle espachurrado en la calzada. En esos momentos me quedaba temblando y pensando en todas las desgracias que podían haber ocurrido si llego a no verle a la vez que me sentía culpable al cuestionarme cómo no le había distinguido antes. Ahora, con el paso del tiempo, felicito muy sinceramente a mi poder de concentración en la carretera, más si se tiene en cuenta que junto a mi solían ir dos pasajeras de 1 año y 6 años, que como cualquier niño, muchas veces lloraban, hablaban o reclamaban impacientemente mi atención sobre cualquier cosa.

Dicho todo esto y con la autoridad que me da mi experiencia, afirmo que mis vivencias me hicieron llegar a la conclusión de que en la ciudad, o bicicletas o coches, pero no las dos cosas. Yo acepto lo que quiera la mayoría, y si son bicis, pues bicis, aunque a mi, personalmente, me parezca más útil y operativa la opción coche (sí, pese a ser un instrumento del diablo). Así pues propondría un referéndum sobre el tema en cada ciudad.

Ahora que vivo en Madrid aún estoy más espeluznada con el tema. Vivo muy cerca de El Retiro y cada día observo, (y en muchas ocasiones "padezco") a los ciclistas que se acercan hasta allí para disfrutar de su afición.

Si en Gotemburgo ya estaba chunga la historia,  aquí ni te cuento. Para empezar no hay carril bici. Acera o calzada son los lugares por los que obligatoriamente tienen que circular. Mi calle es una de las principales y tiene una gran pendiente. No es necesario que describa mucho la velocidad que se puede alcanzar, ¿verdad? Sería para ir con muuuucho cuidado, y frenando, ¿no? Pues no. Hace unos meses, mi hija casi es atropellada por un ciclista al salir del portal, y puedo asegurar que no es un hecho aislado.

Aquí, además, hay poca cultura de la vestimenta del ciclista. Pocos llevan casco y menos aún ropa reflectante.

Estoy segura que todo el que lea mi post y sea ciclista asegurará que su caso no es ese porque es 100% cuidadoso y pedalea por la ciudad con muchísima atención. Y yo estoy segura que una gran mayoría así es, pero también sé que hay varios que, aunque quieran engañarse a ellos mismos, no lo son. También intuyo que si no utilizaba casco o ropa reflectante posiblemente ahora lo hará.

Mi post de hoy no es políticamente correcto, y mi opinión tampoco. No es moderna, ni ecológica. Es retrógrada y reaccionaria, pero me he quedado muy a gusto "soltando" la adrenalina que me genera este tema, porque para mi, como el título de la obra de teatro de Fernando Fernán Gómez, "Las bicicletas son para el verano" y yo añadiría... "y para fuera de las ciudades".

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