jueves, 8 de mayo de 2014

Todos los bebés no son guapos

Hay verdades que cuesta reconocer. Parece que si lo hacemos somos unos insensibles. Pero no es así. Lo que es, es. Y nada más. Uno de estas dolorosas afirmaciones es que no todos los bebés son guapos. Los hay de todas las condiciones, igual que los adultos. No pasa nada por reconocerlo. Los vamos a querer igual, sean guapos o feos. Pero es que los hay preciosos, los hay normalitos, los hay feos y los hay que... asustan.

La llegada de la primavera plaga las calles de carricoches. El ambiente me recuerda al principio de la película de Disney "Bambi", cuando se presenta a las distintas crías del bosque, recién nacidas, con sus mamás. Su despertar al mundo es tierno y lleno de belleza. Todas son entrañables. Las mamis, orgullosas, arropan a sus retoños, y el resto de habitantes les miran con interés, curiosidad y ternura.

Esta mañana mientras esperaba a que cambiara a verde un semáforo para cruzar acudía a mi memoria esta escena. Se respiraba vida. El buen tiempo, la luz, varias mamás empujando carritos por la calle... Mientras dejaba que la energía positiva del ambiente entrara en mi, percibí que una de estas madres se situaba junto a mi. Inmediatamente mi cabeza se giró en busca del tierno bebé que sabía que encontraría echado en el carro... ¡Aghhhh!, en encanto se rompió en un segundo. La banda sonora noña y edulcorada quedó interrumpida por interferencias chirriantes. "¡No es posible!", pensé. Para asegurarme, parpadeé, y al abrir los ojos confirmé, para horror mío, mi primera impresión: aquel bebé era mi amigo Felipe.

Felipe, no te lo tomes a mal. Como varón adulto no estás mal. ¡Hombre!, Paul Newman no eres, pero tampoco eres el feo de los hermanos Calatrava. Sin embargo, reencarnado en recién nacido te aseguro das un poquito de miedo.

Sí, rotundamente, sí.  El niño de esta mañana era feo. Muy feo. Y asustaba. ¿Qué se le va a hacer? Seguro que a su madre le parece precioso. Y a sus abuelas, ni te cuento. Pero el resto de los mortales no tenemos una venda de amor ciego. Y, de verdad, que era igualico que Felipe y me hizo temblar al encontrarme con su cara. Es una experiencia para pasarla. Contarla ayuda a sobreponerse del trauma. De verdad. Ya me encuentro mejor, y voy superando el susto.


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