martes, 13 de mayo de 2014

Señor juez, no me di cuenta de lo que hacía

¡Cómo es la vida moderna!. ¡Qué prisas!, ¡qué estrés!...

Cada vez que pienso ésto y me doy cuenta que lo estoy haciendo, automáticamente pienso también que me queda un paso menos para la jubilación porque el comentario es típico y tópico de un par de jubilatas tomándose un café. Pero, como casi siempre, tienen razón, porque serán abueletes, pero a observadores no les gana nadie.

Si una pareja de estas me ve esta mañana en el supermercado, fijo que me habrían aplicado la frasecita para justificar mi actuación. Yo lo hice, por aquello de no sentirme tan mal, y para intentar defenderme de mi criminal conducta.

He raptado un carrito de la compra. Ha sido sin querer, lo juro, señor juez. Bueno, he de confesar, que como yo le digo a mi hija cuando me lo dice, "no ha sido sin querer, ha sido sin cuidado, que es distinto". Estaba yo pensando en si comprar pavo al natural o braseado y, justo ahí debió ser que abandoné mi carrito y empecé a echar productos a otro que me quedaba más a mano. Me he dado cuenta al pagar en la caja. Iba descargando cosas sobre el mostrador para que la cajera me las pasara por la registradora cuando, a mitad del carro, veo leche de soja, garbanzos envasados, salsa curry... "¿Qué es ésto? ¡Yo no he cogido nada de todo eso! ¡Aghhh!, me he equivocado de carro. Horror. ¿Dónde he dejado el mío?", he pensado inmediatamente. Con sonrisa nerviosa le he explicado a la cajera lo que me había pasado. Ella estaba un poco robotizada, y lejos de mostrar la simpatía que yo esperaba y necesitaba por mi despiste, me ha mirado con desinterés y no ha dicho ni mú. Con una terrible vergüenza he dejado el carrito con los productos ajenos junto a la caja por si alguien lo reclamaba, he pagado y he metido mis cosas en mi carro casero. Le he dejado aparcado y he vuelto a entrar al súper en la esperanza de encontrar mi carrito original, para no tener que volver a hacer esa parte de la compra, y de no encontrarme cara a cara con el dueño del carrito raptado. ¡Albricias!, lo encontré... justo al lado del pavo. Sólo, paciente y abandonado. Nadie lo había cogido por error... Para evitar pasar el sonrojo de repetir cajera he optado por otra ante la que he puesto cara de control normal de compra.

Siento mucho el trastorno que sin duda he causado al dueño del carrito retenido. Soy consciente que habrá tenido algún que otro pensamiento maléfico contra mi familia, pero es que... ¡cómo es la vida moderna!. ¡Qué prisas!, ¡qué estrés!... la cabeza no nos da para más, y pasa, lo que pasa, que vamos pensando en tantas cosas, que nos despistamos sin remedio.


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