viernes, 31 de octubre de 2014

Halloween... otro año más

¡Ay! ¡Qué cansino me resulta esto de Halloween! Todos los años lo mismo... la letanía de argumentos contra la celebración al estilo americano del día de los difuntos. A mi la razón que más me gusta es precisamente la más generalizada, aquella que dice "es que esta tradición no es nuestra". Y yo me pregunto ¿cuándo una tradición comienza a ser tradición? ¿cuántos años han de pasar? ¿la tradición ya nació tradición?. Desde luego, si es una cuestión de tiempo, quienes estén preocupados por este tema pueden dejar de estarlo... sin ánimo de meter el dedo en el ojo, aquí ya llevamos unos cuantos años disfrazándonos de brujas y calabazas.

Otro argumento que también me pirra es el de que es un folclore puramente mercantilista. ¿Y? Pues mira qué bien si nos gastamos unos eurillos en unas cuantas chuminadas negras y naranjas. Reactivar el consumo va bien para salir de la crisis. Unas cuantas familias de comerciantes y productores de chorradillas terroríficas compensan estos días sus cuentas de negocio.

Y los niños lo pasan bien. Vale, no todos. Los hay a los que las brujas y los vampiros les dan miedo, pero también a muchos les dan miedo los payasos clásicos que llevan la cara pintada y nadie va haciendo apostolado para suprimirlos del panorama cultural. Los aficionados al disfraz disfrutan con cada ocasión que se presenta para transformarse, sean niños o mayores. Y si además hay caramelos y chocolate de por medio... ¡viva el hedonismo halloweenero!

El año pasado ya escribí un post sobre este tema. No lo he revisado, pero seguro que contaba algo parecido. Este año no tenía intención de insistir con el tema, que como digo me resulta mu' cansino, y supongo que igualmente puedo yo mostrarme muy pesada... pero ayer tuve un anécdota con una cajera del súper que no me resisto a contar. Mientras que pasaba la compra, y justo después de que me ofreciera golosinas de Halloween en oferta que amablemente decliné porque ya tenía un pequeño arsenal en casa, comenzó un enfervorizado discurso contra calabazas, gatos, brujas e imperialismo yanki. Para reafirmarse en su postura pedía constantemente la opinión de mi hija que se limitaba a mirarla con los ojos muy abiertos. El colofón final de su alegato, tras alabar la belleza de nuestras patrias costumbres de Reyes y Carnaval, fue ensalzar apasionadamente la fiesta de la Almudena que pronto tendrá lugar. No me pude contener, con una sonrisa socarrona en la boca le espeté "¡hombre!, no acabo yo de ver lo de disfrazarse de virgen, pero todo podría ser, claro". La purista de las costumbres españolas, levantó con sorpresa la cara del tomate que estaba cobrando, me sonrió y se limitó a repetirme por undécima vez, pero sin acritud, eso sí que hay que reconocerlo, que pesada un rato, pero rencorosa ni un ápice: "a mi es que lo del Halloween no me gusta nada".

Al salir por la puerta del súper, mi educada hija, que en ningún momento entró en la polémica, me dijo bajito: "mamá, pues a mi sí me gusta Halloween, y esa señora ha sido muy pesada". Tiernamente la abracé con el brazo que me quedaba libre de la bolsa de la compra y le susurré: "a mi también me gusta Halloween, y sí, esa señora era muuuuuuuy pesada".

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