viernes, 24 de octubre de 2014

Profesiones de riesgo

Tengo claro que hay profesiones que conllevan un auténtico riesgo. Bomberos, policías, mineros y obreros de la construcción son los primeros que acuden a mi mente. Pero después de oír esta mañana una conversación he reflexionado sobre este tema y he llegado a la conclusión de que hay muchos más trabajos con peligro de muerte o lesiones importantes de los que pensamos.

Iba caminando a buen paso, porque para variar llegaba tarde a mi destino, cuando mis oídos se han topado con unas palabras que volaban por el aire y que han captado mi atención. Una controladora de parquímetros del Servicio de Estacionamiento Regulado dependiente del Ayuntamiento de Madrid, le ha preguntado a una compañera: "¿tú qué multa pones?". "Yo la de menos importe. Si pongo la de más, me matan", ha contestado la interpelada.

Automáticamente me he solidarizado con ella porque he visualizado varias escenas en las que los conductores multados daban rienda a todo su enfado ante el desagradable papelito. Verdaderamente mantener el autocontrol ante esta situación es complicado para muchos, por lo que más de uno podría llegar a matar o, al menos, a dar un buen sopapo a la represente municipal.

Pero los controladores no son los únicos que deberían pasar a formar parte de los listados de oficios peligrosos. El colectivo de los funcionarios que están cara al público, también. ¿Quién no ha presenciado alguna vez un intercambio de palabras más que fuerte en alguna institución pública? Es más, yo diría que son pocos los ciudadanos que alguna vez no han sentido ganas de ahogar a algún empleado público, especialmente a alguno de Correos o del Servicio de Empleo Público.

¿Y los médicos? Y no me refiero sólo al riesgo frente al Ébola, tan de moda tristemente estos días, ni frente a otras enfermedades infecciosas con las que muchos tienen que lidiar todos los días. No hay que olvidar el trato directo con los pacientes. Un informe del año pasado de la Organización Médica Colegial señala que entre los años 2010 y 2012, 1.363 médicos sufrieron amenazas, coacciones, maltrato, injurias y vejaciones, y que un 18% de estos casos terminaron con lesiones. Desgraciadamente, alguno de estos casos termina en muerte, como el suceso que tuvo lugar en 2009 en el servicio de urgencias de un centro de salud en Murcia, donde un jubilado enloquecido mató a tiros a una doctora. ¿Y cuales son las causas principales de estas agresiones? El episodio de Murcia parece que forma parte del 12% asociado a no recetar un medicamento propuesto por el paciente. Pero según el informe son varios los motivos. Un  27% se produce por discrepancias en la atención médica; el 14 % por el tiempo en ser atendido; el 9% por discrepancias personales; el 6% por emitir informes médicos no acordes con sus exigencias; el 5% en relación a la incapacidad laboral; el 5% por malestar en el funcionamiento del centro y el 22% por otras causas. De estos datos, destaca además el incremento de los casos motivados por el tiempo en ser atendido con respecto al año anterior, que se duplicó, pasando del 8% al 14%.

La tendencia más generaliza de pensamiento es que el ser humano es violento por naturaleza, pero que a través de la educación ha aprendido mecanismos para controlar su salida, y que, por lo tanto, cuando esa violencia aflora es porque ha superado los mecanismos de autocontrol que tiene. Vamos, que al Homo Sapiens se le han hinchado las narices en demasía. Los filósofos, que parece que han dedicado mucho tiempo a darle al coco sobre cuestiones metafísicas cómo ésta, tienen distintas teorías para explicar los enfados desmedidos y las agresiones de las personas. Dos de las más conocidas son la de Rousseau y la Hobbes. El primero señala que el hombre es bueno por natu­raleza, pero que es la sociedad la que la corrompe. El segundo soltó la famosa frase “el hombre es un lobo para el hombre”. ¿Cuál de los dos tiene razón? Ni idea, yo sólo soy filósofa en mis ratos libres y como tengo pocos, aún no me ha dado tiempo a llegar a este capítulo. Lo que sí puedo afirmar tajantemente es que... ¡me da una rabia que me pongan una multa porque se me ha pasado diez minutos el tiempo del parquímetro, que me entran ganas de matar a la representante en la calle de Anita Botella!.

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