A veces siento que me voy a volver loca y que no entiendo nada de
nada en la vida. Pienso mucho en mis abuelas. A una no la conocí, y a la otra
muy poco, por eso nunca les pude hacer preguntas metafísicas que me han ido
surgiendo con la edad. ¿Se sentirían ellas como yo o no se cuestionaban tantas
cosas? Cuando me imagino su vida las veo trabajando muy duramente para criar
varios hijos. Sin lavadoras, sin lavavajillas, sin compra a domicilio, sin
calentador de agua, sin calefacción... cuidando hijos y marido... Su trabajo
era ser ama de casa. Un trabajo duro, esclavo, no
remunerado, la mayor parte de las veces no agradecido, sin horarios ni
derechos, sólo deberes.
Los años han pasado, las mujeres hemos
conseguido conquistas sociales y laborales después de mucho luchar por nuestros
derechos. Las nietas de nuestras abuelas, nosotras, tenemos otra vida. Hemos
estudiado, nos hemos formado, trabajamos en empresas o como autónomas... y todo
eso sin abandonar nuestra condición intrínseca de mujeres y madres. ¡Cómo
molamos! Hemos cogido la oferta, oiga, un 2x1. Ahora somos ama de casa y trabajadoras
fuera del hogar. Sin restar, añadiendo. Sí señor. Pero a mi molar tanto me
está dejando agotá, y no termina de
convencerme este cambio, la verdad.
Cuando lo pienso un poco me da la
sensación que en vez de ir mejorando nuestra situación, vamos poco a poco
empeorándola y como sigamos así vamos a terminar peor que nuestras abuelas.
Hace unos años las mujeres se fueron incorporando al mercado laboral fuera de
casa. Es obvio que si no estás en casa todo el día no puedes hacer galletas
caseras, tortilla de patata cocinada con la receta ancestral de la familia,
lavar picos y pañales, dar el pecho hasta los dos años, planchar la ropa, hacer
disfraces y no ser vivienda habitual de las pelusas y el polvo. Es que no se
puede ni muriendo en el intento. Que no se puede, joder. No hay tiempo. El día
tiene 24 horas. Y si como decía antes, nuestras abuelas solo se dedicaban a esos
menesteres y no paraban, ¿cómo lo vamos a hacer nosotras si además añadimos a
esta fiesta femenina una jornada extra-casera de 8 horas? La respuesta es bien
conocida por todos, claro: no dormimos. Pero evidentemente, eso no es posible.
Dormimos poco, pero algo necesitamos. Y además, así nos pasa, que vamos arrastrás todo el día.
¿Cuál es la solución? No lo sé. Hoy no voy
a entrar a valorar el tema del reparto de tareas con la pareja en la casa. Eso
da para varios post. Y tampoco creo que sea la solución completa. Es sólo una
parte de la solución. Porque no hay que olvidar que no todas las mujeres viven
en pareja, pero sí que todas tenemos las mismas necesidades y problemas. Unas
en mayor medida que otras, dependiendo sobre todo de si se tienen hijos o no.
Pero todas somos víctimas de la misma trampa. Por lo tanto, vamos a ver qué
podemos cambiar nosotras. A mi lo primero que se me viene a la cabeza
es que seamos menos exigentes con nosotras mismas y con las demás. No nos presionemos más. Vivimos en
el mundo que nos ha tocado vivir y hay que adaptarse al medio, chicas. No pasa
nada por comprar las galletas y la tortilla en el súper. Ni por usar pañales
desechables. La leche en tetra brik también es nutritiva. La arruga es bella.
Los disfraces del chino molan y las pelusas y el polvo decoran
mucho.
Acabo de descubrir tu blog y esta entrada es como si saliese de mi cabeza, cuantas veces he pensado palabra por palabra. Mis días no pasan, vuelan. Que agotamiento
ResponderEliminar